Una gran ventaja de los aceites esenciales es que no poseen efectos secundarios negativos, a diferencia de las medicinas sintéticas y las sustancias químicas de la medicina moderna. Por otra parte, al tratar una enfermedad de origen bacteriano o viral, los antibióticos que recetan los doctores son totalmente ineficaces contra los virus (causantes de las gripes comunes). Cuando hacen su trabajo, es decir, destruir bacterias patógenas en nuestro cuerpo, también destruyen las bacterias buenas que nuestro cuerpo necesita para ayudar a su metabolismo y funciones inmunológicas.
Cuando nos recuperamos de una enfermedad con ayuda de antibióticos, tal vez hayan destruido a los organismos invasores, pero nuestro sistema inmunológico también ha sido abatido. Esto nos hace más susceptibles a la próxima invasión de bacterias, hongos o virus. Por lo tanto, cuando los niños comienzan a tomar antibióticos para las infecciones de oído y otras afecciones típicas de la infancia, quedan atrapados en una espiral descendente de enfermedades que reaparecen periódicamente. Una vez que se recuperan de una enfermedad, están listos para contraer otra. Cuando se vuelven a enfermar su sistema requiere antibióticos más y más fuertes que a la larga terminan con una enfermedad crónica (y posiblemente grave) en el transcurso de su vida.
Por el contrario, cuando los aceites esenciales se utilizan para atacar a una bacteria que ha invadido nuestro cuerpo, actúan de manera selectiva ya que poseen una inteligencia natural. Saben cuáles son los aceites dañinos y cuáles son los buenos, de manera que, al eliminar la bacteria que produce la enfermedad, las bacterias buenas permanezcan vivas para ayudar al cuerpo. Esto es muy distinto a los antibióticos que nos debilitan y propician que contraigamos enfermedades futuras.
Con esto no estamos diciendo que los antibióticos no tengan un lugar en el proceso de curar. Lo tienen, pero deben utilizarse con moderación y precaución. Se deben tener en cuenta sus efectos secundarios. Sus consecuencias a largo plazo pueden superar cualquier beneficio inmediato y temporal.
Bacterias resistentes a antibióticos
Los antibióticos son la razón por la que existen cepas de bacterias resistentes. Cuando se utiliza un antibiótico, miles de millones de bacterias mueren, pero puede que unas pocas sobrevivan. A la larga, estas pocas pueden multiplicarse hasta ser miles de millones de bacterias resistentes o inmunes al antibiótico que estimuló su creación. Algunas de esas cepas son tan agresivas que pueden causar la muerte.
En respuesta, las compañías farmacéuticas siguen desarrollando antibióticos nuevos y más poderosos, pero que nos mantienen en una espiral de desarrollo de nuevas cepas de bacterias resistentes.
El motivo por el que las bacterias se pueden volver resistentes a antibióticos específicos es que la composición química de estos medicamentos es idéntica en cada producto. A la calidad homogénea de un producto se la conoce como "pureza farmacológica", que es el orgullo de las empresas farmacéuticas. Quieren que los médicos sepan que año tras año seguirán teniendo exactamente el mismo químico, con exactamente el mismo resultado. Por otra parte, para procesos de su investigación científica es indispensable eliminar la variabilidad química del producto que se investiga. A los científicos y médicos no les gusta someter a prueba cosas como los aceites esenciales, porque estos introducen una variable incontrolable a la ecuación.
Desafortunadamente, la pureza de los medicamentos sintéticos es su talón de Aquiles: debido a la previsibilidad y homogeneidad de cada antibiótico específico, las bacterias a la larga aprenden a reconocerlo y se adaptan volviéndose resistentes.
Los aceites esenciales no pueden ser patentados para así dar un monopolio redituable a las farmacéuticas. Los aceites esenciales son como los vinos finos: por más que se los cultive en los mismos campos, el resultado cada año será ligeramente diferente. Además, los aceites cultivados en distintos países condistintos suelos y climas pueden variar mucho pese a ser de la misma especie de planta.
Con un producto cuya química nunca es exactamente la misma, las farmacéuticas no pueden lograr su pureza homogénea, y un médico no puede saber que el aceite que usa es químicamente exactamente igual al del mes pasado. Además, los estudios controlados con parámetros médicos no pueden efectuarse con aceites naturales porque nunca se cuenta con exactamente el mismo material químico.
Esta impredecible variación en la composición de un aceite, tan indeseable y desventajosa para la farmacéutica, es una de las mayores ventajas de los aceites esenciales. Debido a su imprevisibilidad, las bacterias nunca pueden aprender de qué manera resistirse a los aceites esenciales. Por lo tanto no pueden volverse inmunes a ellos y jamás podrán crear cepas resistentes.
Mientras los días de los antibióticos están contados desde su invención, los aceites esenciales que resultaban eficaces para combatir bacterias, virus y hongos en Egipto e Israel miles de años atrás, son igualmente eficaces en la actualidad. Su eficacia no ha disminuido ni disminuirá, ni siquiera en miles de años.